Dejar de fumar: #7 paciencia

Yo no recuerdo en qué pensaba hace unos años cuando decidí dejar el cigarrillo y simplemente, sin pensarlo dos veces, tiré el paquete casi completo a la basura. Hoy por hoy, no sé si estoy preparado para tomar una decisión tan tajante de un día para el otro. Intento recordar qué motivaciones tenía en ese momento a diferencia de hoy. Seguramente muchas.

Después de una semana monótona, sin turnos médicos por la tarde, casi sin actividad física ni planes entre semana, puedo decir que desperdicié otra oportunidad más. Recorriendo los objetivos que tracé hace una semana, me veo en una posición bastante triste. Repasemos.

Mantuve la decisión de no fumar ni antes, durante, ni a la salida de la oficina. Intento por lo menos que sea algo habitual y lo veo por buen camino. A veces me muero de ganas de cortar la jornada con un pucho, o prender uno después de comer, cosas que hace tres semanas hacía normalmente. La realidad es que me estuvo costando muchísimo llegar a casa sin ansiedad. Al no tener planes por la tarde y volver directo, casi lo primero que hacía, incluso antes de tomarme un mate, era prender un cigarrillo. Es como si estuviese ansioso por llegar pensando en eso. La semana pasada me daban ganas de agarrar la bicicleta, esta semana me daban ganas de fumar.

La portada de este post ilustra un poco la sensación. Caminar por la calle Florida, a veces casi un kilómetro hasta el tren, y esquivar el humo del cigarrillo casi cuadra por cuadra fue una tortura. Los días de lluvia son momentos en los que más lo extraño. Fumar un cigarrillo abajo del paraguas, caminando por la peatonal y viendo los locales, ¡por dios qué placer! Me estuve comportando durante la mañana y tarde como si la recompensa fuese llegar a casa sin fumar, lamentablemente para fumar.

Otro de los objetivos que me planteé fue fumar menos de cinco cigarrillos por día. Algunos días lo cumplí, otros días no. La realidad es que cuanto más temprano llego a casa, más temprano empiezo a fumar, por ende más cigarrillos fumo. Creo que fue el martes o miércoles que logré frenar en el quinto, pero me estuvo resultando dificilísimo. Es como si, como ya lo dije, estuviese haciendo un esfuerzo enorme para estirar el primer cigarrillo del día, y después ya nada importa.

Finalmente, el último objetivo fue el que más lejos quedó. De hecho, el tercer día de la semana me había olvidado de que tenía que cumplirlo. Recuerdo una vez, una semana puntual, en la que el primer cigarrillo de la semana lo prendí el viernes a la noche, ¡una locura! Obviamente lo bien que me sentí durante la semana no lo había sentido en años. Por ese momento entrenaba después del trabajo, y esa rutina, con entrenamiento y sin cigarrillo, la quiero lo más rápido posible. Entiendo que lo que más me está costando es comprender que el proceso es justamente para dejar el cigarrillo, no para prenderlo lo más tarde posible. Por momentos pierdo el foco de la meta, y por momentos me olvido que la tengo.

Un punto a rescatar, y algo que quiero compartir, es algo que me acaba de pasar hoy a la tarde cuando salí a hacer unas compras, salí sin los cigarrillos. Lo más llamativo de la situación es que me olvidé de llevarlos, me olvidé de fumar, casi no me dieron ganas y me di cuenta recién volviendo a casa, una situación que hace dos semanas hubiese sido impensada: además de la llave, la billetera y el celular, los cigarrillos eran lo último que agarraba, pero salía con ellos siempre. Creo que es una buena forma de entender que una persona fumadora puede salir sin fumar. Hoy quizás lo pasé por alto, pero mañana o pasado voy a entender que fue una victoria.

Sebastian Petrucci
Sebastian Petrucci
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